La
lucha de clases parte de la premisa de que una clase es la
hegemónica, pero esa hegemonía no la realiza de forma clásica, es
decir, como un interés de clase explícito, objetivado, sino que esa
realización se puede y debe rastrear entre las diferentes
objetivaciones (clases) y sus relaciones. Es, por tanto, en las
propias relaciones entre clases en las que hay que situar la lucha de
clases, no en la identificación/representación de una o varias
clases.
En
este sentido, la clase hegemónica impone un modo concreto de
relación entre clases que dará lugar a un orden concreto de
organización. Así, desde nuestra perspectiva, el término
“burgués” NO hace referencia a un tipo concreto de sujeto, sino
al tipo de relación entre clases que acabó imponiéndose en Europa
en el siglo XIX. En otros términos, habría que distinguir dos
niveles de tratamiento de lo que venimos en llamar sujeto burgués.
Por un lado, en el nivel metonímico, ese sujeto representa una serie
de cualidades o disposiciones concretas que hacen que ese sujeto sea
tenido como burgués y no como un soldado sumiso, o cualquier otro
tipo de disposicionalidad. Por otro lado, en el nivel metafórico,
ese sujeto burgués aparece como hegemonizando el espacio ideológico,
o sea, imponiendo cierto modo de relación entre las clases.
Así
pues, la lucha de clases se situaría en el nivel metafórico, o sea,
en la lucha por la hegemonización del espacio ideológico. Y no
hablamos, como hemos anotado antes, de que el sujeto burgués y sus
cualidades disposionales se impongan como hegemónicas, sino que
sobre ese sujeto burgués, como objetivación, se ha impuesto un tipo
concreto de ideología. No es, por tanto, el blanco de nuestros
ataques el propio sujeto burgués, que hoy en día parece extinto,
sino el tipo de relaciones entre clases que se ha impuesto sobre la
base de una clase como la burguesa. Una clase, por consiguiente, no
es nunca un fin, sino un medio donde se impone una determinada
ideología.
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