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Kameraden... A propósito de una entrada de Isidoro Villena Reinoso


Estimado lector:
Esta entrada es larga. Por lo demás, es un comentario a una reseña de mi amigo Isidoro Villena. Como es evidente, lo suyo es leer antes la reseña, pero no obligado:


Según se desprende de tus palabras, el gran atractivo del libro es la perspectiva que adopta el autor: bucea en las entrañas del soldado alemán en la Segunda Guerra Mundial. El centrarse en el propio sujeto que interviene en la guerra, plantea ciertos aspectos muy interesantes. Supongo que el hecho de que el libro nace a partir de las conversaciones de los propios soldados, conversaciones que tratan de ellos mismos, y no precisamente de cuestiones “objetivas”, como órdenes, mapas, movimientos de tropas, estadísticas, etc. da pie a ello. Desde este punto de vista, evidentemente, tal como hoy en día se sabe en relación al estudio de la luz, que, mientras tratamos de estudiarla como si fuera de naturaleza corpuscular, actúa como si fuera una onda, y cuando la estudiamos como si fuera de naturaleza ondulatoria, actúa como su fuera un corpúsculo, al sujeto parece pasarle lo mismo. Si lo tratamos como un individuo autónomo responsable de sus acciones (paradigma de la intención), su comportamiento se nos ofrece como determinado psicosocialmente (paradigma de la situación), mientras que si lo tratamos como ya determinado psicosocialmente, su comportamiento se nos ofrece como autónomo.

En cualquier caso, el texto está todo lleno de eso que podemos llamar el problema del Otro, vamos, de cómo me las arreglo yo al enfrentarme con el vecino, con el enemigo, con el Otro, el que sea. Se vincula la actitud de los soldados con la educación que habían recibido los alemanes antes de la guerra, los preceptos morales, actitudes que vendrían a situarse en el ámbito de lo situacional: “la prueba empírica más potente de que la generación Hitler Jugend (criada en los años 30) había sido calada en lo más profundo de su ser por el sistema educativo nacionalsocialista”. Una moral que parecía estar muy enraizada en los soldados que, como bien subrayas, eran ellos mismos los que se encargaban de controlar al individuo: “los principales censores del individuo eran sus propios compañeros”. En este contexto también se incluiría la moral de la batalla. Bien, lo interesante de todo esto es lo que esa moral llevaba a cuestas, cuales eran sus valores, y sus valores eran los sabidos: “las premisas racistas, de superioridad racial”. Esos valores no incumbían sólo a los soldados, sino a sus superiores, que de alguna manera, ciertamente como superiores, tenían sus propias rutinas también sometidas a los dictados de los valores morales hegemónicos. Lo interesante de todo esto es cómo se produce una apropiación de ciertas categorías éticas, categorías que nosotros también usamos y no por ello somos nazis, como el honor, el valor, la disciplina, una apropiación a través de premisas como son las que he dicho antes, las de superioridad racial1.

Pero, ¿qué sucede cuando esta moral, este Yo conformado a través de unos años de concienzudo adoctrinamiento, se topa con el Otro en el que esas misma categorías morales, hablo de la disciplina, el valor, el honor, son centrales, pero están sustentadas, apropiadas, a través de otras premisas como pueden ser las ideas comunistas? Ciertamente, hablan de lo mismo, pero no se entienden porque las categorías, que sin duda son las mismas, están conformadas de manera distinta. Esta es la verdadera relación entre el Yo y el Otro, y digo verdadera en el sentido de que se descubre cual es el núcleo Real que sostiene a una sociedad. El núcleo Real es fruto de una educación que ha llevado más o menos unos cuantos años. Por eso, en cierto modo, habría que volver la mirada un poco más atrás, al igual que nosotros hicimos en relación al trabajo del desastre del 98, ver en qué sentido, ya se estaba conformado un tipo de apropiación antes de que el nacionalsocialismo entrara en el poder. Esta apropiación no es algo que se haga gracias a un plan establecido, sino que las acciones de los hombres, como es evidente, terminan haciendo un tipo de historia. Retrospectivamente, vemos la historia como si todo encajara, como si ya estuviera escrita (el principal problema del marxismo ortodoxo), pero en realidad son los mismos sujetos con sus acciones (o no acciones, que también es un modo de acción) los que construyen la historia.

Aquí habría que situar la frase de Horkheimer, esa que dice que quien no quiera hablar del capitalismo no tiene derecho a hablar del nazismo (no se si es literal, hablo de oídas). La historia del nazismo es parte de la historia del capitalismo, pero eso no quiere decir que en el capitalismo estuviera ya inscrito que su destino estaba abocado al nazismo, sino que las decisiones de los sujetos concretos en ese siglo XIX, y no sólo en Alemania, llevaron a ese callejón sin salida que fue el nazismo, como también el fascismo en Italia, el franquismo en España, el Stalinismo en la URSS, etc... y todas esas variantes que se han dado, y se siguen dando, en países “periféricos”.

Bueno, pero lo que plantea el autor es el asunto de la “violencia extrema” que se hizo patente en ese frente el Este, a diferencia del Oeste. Como he insinuado antes, la causa podría estar en el choque entre idénticas categorías: es como si uno se mirara al espejo y al verse no se reconociese, sabe que es él, pero no se reconoce. Tanto el alemán, como el Soviético, en realidad se ve reflejado en el Otro, pero al no reconocerse se produce una especie de suspensión simbólica, nada tiene explicación, y la actitud extrema de esa suspensión simbólica es el romper el espejo, romper esa imagen no reconocida, o sea, la violencia máxima, el exterminio del Otro. Y este extermino, como no podría ser de otra manera, es inexplicable, inexpresable.

Evidentemente, la suspensión simbólica puede ser utilizada de forma creativa, es decir, que no todo encuentro con el Otro debe ser considerado, asumido, como un problema irresoluble. Aquí es donde entraría el adoctrinamiento del que hemos referido antes. Así, podemos decir que el encuentro con el Otro es personal, individual, y por ello, un asunto disposicional (de intención), pero las herramientas que tiene un individuo para superar esa suspensión simbólica son sociales (situación). En el caso del nazismo, el adoctrinamiento vino a brindar a los propios soldados de herramientas con las cuales enfrentarse al Otro, y esas herramientas ya las conocemos.

Pero en este punto nos preguntamos, ¿y el frente del Oeste? ¿No existe ese encuentro con el Otro? Aquí volvemos a la frase de Horkheimer. Efectivamente, la idea de sujeto que se inculcó en Alemania no difería de la que impuso el liberalismo decimonónico, quiero decir, que el nazi de aquella época tenía los mismos padres que el sujeto liberal de las sociedades democráticas occidentales (Inglaterra, Francia y EEUU). Lo que diferenciaba a los países occidentales del nazismo no era la idea de sujeto, ambos tenían la misma, sino las categorías que consideraban más importantes. Por ejemplo, los occidentales consideraban la paz, el diálogo, la democracia, el respeto, loa igualdad, etc., y habían colocado en un segundo plano las de honor, disciplina, etc. Eso no quiere decir que esas categorías no sirvieran en la vida diaria, sino que ocupaban un lugar menos importante en relación al encuentro con el Otro. Por ejemplo, un sujeto cualquiera se topa con el Otro, y como su sociedad le ha enseñado a utilizar como primer recurso el diálogo, pues utilizará el diálogo. Si ese encuentro con el Otro no resuelve los problemas, pues utilizará las categorías que tenga en su bagaje, en su mochila cultural.

Para explicar esto con más detenimiento me centro en una frase de Zizek. El filósofo esloveno llega a decir, y con esto nos retrotraemos a la guerra franco-prusiano, que “el nazismo es cultura sin civilizar”. ¿Qué querrá decir Zizek con eso? Ni más ni menos que el nazismo es la idea de sujeto liberal en toda su pureza, un sujeto tal como era descrito por los pensadores anglosajones adalides del liberalismo. Evidentemente, esos pensadores no pensaban que en la realidad una cuestión como la de concebir la propiedad privada como un derecho natural, como una esencia del hombre, podría llegar a los extremos del nazismo, pero estaba ahí. Los anglosajones daban por hecha una cosa, su civilidad. Eran hombres civilizados, educados, y cuando hablaban de un derecho natural como el de la propiedad privada hablaban de algo más, algo que no estaba escrito pero que se suponía, como el valor en la “mili” -es lo que vengo en llamar en mis últimos escritos como el plusvalor. Pero otras sociedades, otros pueblos, o como queramos llamarlo, no tienen el mismo nivel de civilización, de educación, y la imposición de una determinada idea de sujeto puede acarrear importantes consecuencias. En este sentido, Nietzsche fue el que vio con más claridad, si es que un alemán de aquella época podía ver claro, el problema, y por eso terminó huyendo, metafóricamente hablando, al Sur, huyó de las nieblas espesas del anillo del Nibelungo y aterrizó en la Carmen más mediterránea en busca de luz, claridad, de civilidad. Precisamente fue Alemania la vencedora de aquella guerra franco-prusiana, la guerra donde se enfrentaba la cultura (Alemania) contra la civilidad (Francia): ¡qué “subidón”!

Como es de suponer, la crisis económica vino a romper con todo ese idilio y la cultura, tan trabajada, tan enseñada, vino a sacar su lado más oscuro, porque la cultura, como tú muy bien dices del nacionalismo, es como el veneno, es bueno en su justa medida. La cultura, que no es más que una idea concreta de sujeto a la que se le van acoplando categorías y valores, y el sujeto hegemónico en la Europa decimonónica no era más que el sujeto liberal (Doctor Fausto de Mann viene a iluminar todo esto de lo que estoy hablando), la cultura decía, despojada de toda civilidad, trae de la mano a la barbarie. La barbarie asoma cuando la crisis pregunta: ¿qué es de lo mio?, y bien que sabe uno que la crisis llega cuando llega, como el agua de la lluvia. Aquí introduzco otra frase de otro marxista que decía: “documentos de cultura, documentos de barbarie”.

Pero volviendo a Horkheimer, la relación de los soldados alemanes con el frente del Oeste era más civilizada, porque, en cierto modo, los occidentales hablaban su mismo idioma, estábamos bajo el mismo paraguas cultural. Lo único que nos diferenciaba era que nosotros éramos seres más civilizados, más educados en los valores democráticos, cuestión que los alemanes supieron aprovechar a su favor (pensar como entraron en Francia) para entrar en Europa como “Pedro por su casa”, si me permites la exageración.

Para apuntalar esta idea, y ya en relación a la URSS, es interesante considerar la idea rectora que dominó en los años de la revolución socialista y que viene a confirmar lo que acabo de decir en torno a la diferencia “cultural” (diferencia ontológica, en términos filosóficos) entre los dos bloques, el alemán y el soviético. Digo la importancia que se otorgó a la construcción del nuevo hombre soviético. Una de las obsesiones (tareas) de los dirigentes comunistas era la construcción de un nuevo hombre soviético, y bien que lo construyeron, a base de sangre (aquí el libro Stalin, obra de arte total de Boris Groys viene a poner mucha luz, aunque sea un texto más dedicado al arte). Imagina la situación, dos sujetos puros, sin civilizar. Ya lo decía Ortega sobre el pueblo Ruso: como pueblo joven, no necesita razones, sólo escusas. Y el alemán, ¿no era lo mismo de joven? Y ahora el Islam, ¿no suena a la misma película? Otro sujeto puro, sin civilizar, el Estado Islámico.

Pero, ¿qué es lo que une todo esto? ¿No puede resultar un poco forzoso? En esto días vengo insistiendo en mis escritos en una idea de sujeto como encarnación de dos polos, el polo de la comunidad y el de la ley. El individuo, el sujeto de carne y hueso, encarna esas fuerzas que, como fuerzas, no son reales,pero que están ahí, se hacen reales sólo a través de la encarnación en el sujeto de carne y hueso. Piensa en La Tierra, con sus dos polos, esos polos existen en la medida de que existe La Tierra. Sin Tierra no hay polos, pero la tierra tampoco puede explicarse sin esos polos.

Con el sujeto, con el hombre, contigo, conmigo, pasa lo mismo. Encarnamos la eterna lucha entre la comunidad y la ley. Con La Tierra, o sea, con la materia inorgánica, todo es muy fácil, pero con el hombre, con esa materia espiritual, la cosa es mucho más compleja en el sentido de que esa lucha entre comunidad y la ley es más difícil de explicar. De hecho nuestra riqueza espiritual, piensa en todas sus manifestaciones, como por ejemplo el diálogo que estamos manteniendo, depende de esa relación hiper-compleja de los dos polos.

Bueno, a partir de ahí, aplicando la teoría del plusvalor de Marx, estoy tratando de conectar los dos polos. Ya me he iniciado en algunas reflexiones en torno a eso (puedes verlo en la serie Aproximación estética a la teoría del plusvalor, y con más atino, pienso, en mi última entrada). En este sentido, el principal problema de los estudios que se basan en los paradigmas intuición vs situación es que parten de un enfoque dual: individuo vs comunidad. ¿Y la ley? ¿Y la idea? ¿Y el espíritu? La ley la asumen como integrada en esos dos momentos. MI idea es la siguiente: es sujeto encarna dos polos o fuerzas, que son la de la comunidad y la de la ley. El polo de la comunidad, lejos de representar la universalidad, o sea, el conjunto de todos los sujetos que conforman un grupo social, representa la singularidad en el sentido de que toda comunidad está compuesta por sujetos de carne y hueso. La comunidad es pura singularidad, mientras que la ley es la universalidad, la idea, que es precisamente el polo que une, que relaciona a toda esa singularidad. Y esa unión entre la singularidad (la materialidad, el sujeto de carne y hueso) y la universalidad (la ley abstracta, ideal) está encarnada en el sujeto. Esa polaridad nunca es real por sí misma, ni la singularidad ni la universalidad existen por si mismas, sino que “son” en la medida de que hay un cuerpo, un sujeto Real que las vive, lo mismo que La Tierra vive los dos polos. Por eso la esencia del sujeto es la contradicción, en el se da tanto lo positivo como lo negativo como fuerzas que se sostienen ellas mismas y que no pueden sobrevivir solas. El sujeto las sostiene, y ellas determinan al sujeto.

Por todo esto, esta reseña me ha llamado tanto la atención, porque se centraba en el propio sujeto que es el que vive esa contradicción. Es evidente que el autor, como historiador que es, no se meta en cuestiones filosóficas (ontológicas) de lleno, pero es muy de alabar el que haya puesto el dedo en el verdadero problema, que no es más que un problema del ser. En este sentido, me ha servido para hilvanar ciertos aspectos que tenía en mente, que ciertamente me ayudan a engrasar el esquema teórico que estoy elaborando. Precisamente, el otro libro, el de Si esto es un hombre de Primo Levi también me ha impactado porque, aunque desde otra perspectiva, trata del encuentro con el Otro. En este caso, cómo a pesar de unas mismas condiciones (todos son presos, todos son un simple número) esas diferencias culturales se manifiestan a través del encuentro entre las categorías y valores morales que cada uno de los presos poseen. Todo esto vivido, encarnado en los cuerpos de los presos.

Y ya termino, aunque dejo algunas preguntas que me había planteado, pero ya esta entrada se a alargado mucho. En cualquier caso, dejo anotadas esas preguntas, para tenerlas presentes:
  • ¿Por qué una cultura impone como hegemónicas determinadas categorías morales y no otras?
  • Sobre la polaridad Este/Oeste: ¿existe alguna clase de vinculación o paralelismo con la hoy existe entre el Norte y el Sur? ¿No estamos refiriéndonos al tema de la globalización, que, al igual que los frentes abiertos por los alemanes, depende del lugar donde te toque vivirla?
  • Y la última, ¿no hablamos de un hecho muy postmoderno, siempre salvando lo que haya que salvar, el hecho del turismo de ejecución? “Muchos soldados, por mil causas puede ser, en su tiempo libre se acercaron a presenciar ejecuciones. Esa cercanía con el crimen y la brutalidad sigue quitando el sueño a los estudiosos y no estudiosos.” ¿Podemos encontrar una posible relación de este turismo de ejecución con el cine de catástrofes, de muchas muertes, de zombis? ¿No plantea el mismo problema, el encuentro con el Otro? ¿Es posible considerar esas manifestaciones “artísticas” como una manera civilizada del mismo turismo de ejecución?

1Anoto la diferencia entre categoría y valor. La categoría moral es de carácter abstracto, tiene un carácter formal. Esto quiere decir que es anterior a cualquier contenido. En cierto modo es contenido sedimentado, es decir, modos de comportamiento humanos que están determinados por el hecho de ser humanos. Por ejemplo, el honor, la valentía, como categorías, están relacionadas con las actitudes ante los momentos de peligro. Los momentos de paz, es evidente, que promueven actitudes distintas, las vinculadas a la seguridad. El hombre es un ser menesteroso, así que esas categorías morales están como inscritas en la naturaleza del hombre como hombre, sea cual sea. Otra cuestión es la concreción de esas categorías. En este momento hablaríamos de valores, porque se concretan en formas determinadas de “entender” la valentía, el honor, etc. Esos valores ya no son contenidos sedimentados, sino contenidos que se añaden, contenidos ideológicos, que se incorporan al hombre a través del contexto socio-político que le toca vivir.

Comentarios

José Osvaldo Fernández ha dicho que…
Magnífico estudio. Concienzudo y riguroso. Un placer leerlo.
Isidoro Villena ha dicho que…
Querido amigo Rafa, creo que has puesto el dedo en la llaga, has dado en el clavo. El año pasado leí los tres libros de los diarios de un vividor, Iñaki Uriarte, editados por Pepitas de Calabaza. Son un gusto para los sentidos. Una de las entradas que hacía en su diario venía a decir algo así como que : "hay veces que lees un texto donde el autor habla y defiende claramente una postura, que consideras completa, que toca los puntos como a ti te hubiera gustado tocarlos..."
Y entonces te dices a ti mismo: Eso mismo pienso yo.
TURURÚ. Ojalá hubiera pensado eso yo. Si lo hubiera pensado lo hubiera escrito sin dudarlo.

Chascarrillos aparte, estoy seguro de que al Dr. Römer le hubiera gustado incorporar algunos delos párrafos que tu acabas de escribir aquí. Son buenísimos, y completan (no es que complementen, porque aportan algo nuevo al discurso del autor) la panorámica del debate Intención vs Situación.

Esto:
"Si lo tratamos como un individuo autónomo responsable de sus acciones (paradigma de la intención), su comportamiento se nos ofrece como determinado psicosocialmente (paradigma de la situación), mientras que si lo tratamos como ya determinado psicosocialmente, su comportamiento se nos ofrece como autónomo."

Otra vez lo defines de forma magistral aquí: "Así, podemos decir que el encuentro con el Otro es personal, individual, y por ello, un asunto disposicional (de intención), pero las herramientas que tiene un individuo para superar esa suspensión simbólica son sociales (situación)."

Y al final en tu teoría: "MI idea es la siguiente: es sujeto encarna dos polos o fuerzas, que son la de la comunidad y la de la ley. El polo de la comunidad, lejos de representar la universalidad, o sea, el conjunto de todos los sujetos que conforman un grupo social, representa la singularidad en el sentido de que toda comunidad está compuesta por sujetos de carne y hueso. La comunidad es pura singularidad, mientras que la ley es la universalidad, la idea, que es precisamente el polo que une, que relaciona a toda esa singularidad. Y esa unión entre la singularidad (la materialidad, el sujeto de carne y hueso) y la universalidad (la ley abstracta, ideal) está encarnada en el sujeto. Esa polaridad nunca es real por sí misma, ni la singularidad ni la universalidad existen por si mismas, sino que “son” en la medida de que hay un cuerpo, un sujeto Real que las vive, lo mismo que La Tierra vive los dos polos. Por eso la esencia del sujeto es la contradicción, en el se da tanto lo positivo como lo negativo como fuerzas que se sostienen ellas mismas y que no pueden sobrevivir solas. El sujeto las sostiene, y ellas determinan al sujeto."

Me has ayudado a acotar y resolver el problema: tu esquema explica la relación Situación vs Intención.
Isidoro Villena ha dicho que…
Cuando hablas de esto: "Pero, ¿qué sucede cuando esta moral, este Yo conformado a través de unos años de concienzudo adoctrinamiento, se topa con el Otro en el que esas misma categorías morales, hablo de la disciplina, el valor, el honor, son centrales, pero están sustentadas, apropiadas, a través de otras premisas como pueden ser las ideas comunistas? Ciertamente, hablan de lo mismo, pero no se entienden porque las categorías, que sin duda son las mismas, están conformadas de manera distinta.."
No dudo de que tu conoces perfectamente cómo se las gastaban en la URSS de los años 30. Para conocer un poco más al soldado de la URSS que fue a luchar en la Gran Guerra Patria , tenemos algunos libros interesantes. Seguro habrá más, pero que yo conozca:

La guerra de los Ivanes: El ejército Rojo (1939- 1945). Catherine Merridale. Ed. Debate (2007)
Why Stalin's soldiers fought: The Red Army's military effectiveness in World War II. Roger R. Reese. University Press of Kansas (2011)

¡Ya es un logro tener un título en español! No he leído ninguno de los dos, pero ambos son historiadores reputados. Y, por supuesto, las fuentes primarias que usan no son escuchas como en el caso de la reseña de Kameraden.



La frase de Zizek, “el nazismo es cultura sin civilizar”, cuando menos , me da mucho que pensar, me deja en suspensión, sin saber para dónde tirar. Sobre el nacimiento del nazismo, fascismo y demás, no sé que decirte. No soy un experto en el tema, pero me atrevería a decir que con la interpretación que tu das estás tirando un poco de "marxismo ortodoxo", como lo has definido tu. ¿Cuándo leeré el Doktos Faustus? No lo sé. Ojalá pronto.

A esto: "Y el alemán, ¿no era lo mismo de joven? Y ahora el Islam, ¿no suena a la misma película? Otro sujeto puro, sin civilizar, el Estado Islámico." Yo te respondería, ¿y el americano en el siglo XIX ? ¿No era un pueblo joven, y sin embargo no adoptó un comportamiento como el Islam o el alemán? Quiero decir, buscar la regla a partir de esos dos casos... no lo veo.

Sobre esta pregunta: "Sobre la polaridad Este/Oeste: ¿existe alguna clase de vinculación o paralelismo con la hoy existe entre el Norte y el Sur? ¿No estamos refiriéndonos al tema de la globalización, que, al igual que los frentes abiertos por los alemanes, depende del lugar donde te toque vivirla?" Relacionado con algo parecido a estas divisiones que había, hubo y habrá, el historiador hispanista Joseph Pérez habla, muy acertadamente según creo yo, de una tendencia que comenzó en el siglo XIX, que se asentó en el XX y que hoy continúa, y según la cual los pueblos anglosajones serían superiores a los latinos. No siempre fue así, y con echar mano un poco de la Historia ya bastaría para deshacer la regla, pero la mayoría de las personas hoy día piensan eso.

"¿Es posible considerar esas manifestaciones “artísticas” como una manera civilizada del mismo turismo de ejecución?"
En este sentido, un aspecto que veo claro es que El hábito hace al monje. Y a base de convivir con violencia, te acostumbras, y cuantas más vivencias violentas se tengan, mayor será la tolerancia a la misma. Es una de las tesis que Felix Römer demuestra en su libro a partir de las transcripciones de las escuchas.

Querido amigo Rafa, espero seguir disfrutando en adelante de nuestras conversaciones interdisciplinares, que aportan puntos de vista nuevos, y ayudan a pensar, incluso en el mundo del mensaje corto del twitter y facebook.
Isidoro Villena ha dicho que…
Y hablando de la cultura del no pensar y escribir mensajes cortos y simplistas, tiene narices que el gestor de blogger no deje escribir respuestas de más de 4096 caracteres, y que tenga que cortar en trozos mi mensaje. Y también tiene narices que no pueda enriquecer el texto aunque sea con negrita, cursiva y subrayado.

¡Un abrazo!

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